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Neurobiología del amor

La ciencia ya considera el amor como objeto de estudio e investigación. Con miradas provenientes de filosofías orientales, busca comprender cómo funciona la mente.

Más allá de todos los descubrimientos científicos y tecnológicos, el cerebro humano sigue siendo la pieza de tecnología más evolucionada que existe sobre la faz de la tierra y que más incógnitas genera.

Habitualmente pensamos que la mente es el producto directo del cerebro y al respecto existen muchas teorías. Sin embargo, la mente es algo difícil de describir con palabras, así como también ocurre con la conciencia y sus estados. Con el amor sucede algo similar: hablamos de él, pero no siempre comprendemos su verdadera esencia…

¿Por qué la naturaleza ha dotado al hombre con la capacidad de sentir amor, compasión o apreciar la belleza? La respuesta no la encontraremos en el laboratorio sino en las prácticas espirituales milenarias y que hoy son de gran interés para las Neurociencias.

El estudio de los sentimientos

Estamos trascendiendo las barreras que excluían la investigación del amor. Este era visto como tema filosófico o psicológico, quizás no digno de las investigaciones científicas más “serias”. Esto se superó gracias al descubrimiento de que el amor es una capacidad que puede ser desarrollada de manera sistemática. Es un potencial que el cerebro y la mente tienen, pero que requiere de una determinada actitud para su desarrollo.

Esta visión representa todo un desafío para la mente ya que ésta, generalmente, se encuentra más centrada en resultados y objetivos medibles. Implica acceder a otra manera de pensar para entender el amor.

Comprender el amor verdadero requiere de una cuota importante de curiosidad y actitud de búsqueda de las propias capacidades de amar. Sin ello su estudio queda reducido a tan sólo un ejercicio intelectual. Esto requiere de una investigación en primera persona. De hecho, muchos de los científicos que hoy investigan y publican sobre estas capacidades son personas que ejercitan la meditación.

Una mirada multidisciplinaria

Investigadores provenientes de especialidades tan diversas como la neurología, antropología, psicología y sociología están llegando a la conclusión que las conductas de cooperación y altruismo no son sólo productos colaterales de la competencia por sobrevivir sino componentes esenciales de la evolución que favorecen y perfeccionan las habilidades de vivir en comunidad.

Las neurociencias hoy complementan el interés histórico de la psicología por estudiar el contenido de la mente, su narrativa, con miradas provenientes de filosofías orientales que buscan comprender cómo funciona esta mente.

Para eso es necesario estudiar y comprender qué tipo de pensamientos predominan en los individuos. Estos pueden ser de dos tipos: los que provienen de la observación ecuánime de la propia mente o los que refuerzan el sufrimiento con emociones reactivas a hechos del entorno o del pasado.

En el primer caso, se encuentran los valores como el amor, la cooperación y el altruismo. En el segundo, existe un predominio de emociones como la envidia, los celos, la ira, el enojo y la codicia. Poder contemplar la propia mente y trascender las emociones permite el paulatino acceso a estados de presencia relacionados con el amor, la paz, la cooperación, la compasión y el altruismo.

Mente y organismo

Los valores humanos no son emociones blandas, pensamientos lindos o ejercicios éticos. Son productos evolucionados de la biología que se correlacionan con una elevada coherencia e integración neurofisiológica del cerebro y el resto de nuestro organismo. A mayor estado de paz en la mente mayor “paz” en el resto de nuestros órganos y tejidos.

Algunas investigaciones actuales correlacionan las prácticas contemplativas con un funcionamiento cognitivo más “eficiente” y una capacidad aumentada para la felicidad.

Fueron los Dres. Varela, Engle, Goleman y Davidson entre otros los que desde la década de los ochenta se animaron a unir ciencia con felicidad y amor. Las universidades más importantes del mundo le dedican cada vez mayor interés y fondos para su investigación, entre otras las universidades de Massachussets, Berkeley, Standford, Davis, California y Zurich.

El amor permite una visión total que surge desde nuestro interior, permitiendo ver la vida con inmenso asombro y gozo. El amor busca comprender sin juzgar y conlleva acciones libres. Acciones que  priorizan la lealtad hacia lo humano y la vida como un todo, trascendiendo lo individual y encontrando una inmensa coherencia y gozo por el bien común.

¿Estaremos llegado a la revolución que el filósofo y religioso Pierre Teilhard de Chardin (1881-1955) predijo?… «Llegará el día en que después de dominar el espacio, los vientos, las mareas y la gravedad, aprovecharemos las energías del amor, y ese día por segunda vez en la historia del mundo, habremos descubierto el fuego”.

Esperemos que así sea, lo estamos necesitando.

Fuente: clarin.com

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