Qué le pasa a tu cerebro cuando das un beso apasionado

“Los cuerpos se acercan, los labios cada vez están más juntos y el simple roce hace crecer una pasión irremediable. La saliva de ambos ya no se distingue y las lenguas se entrecruzan para acariciar la ajena, y sienten el húmedo tacto que puede provocar que la entrega llegue por fin”.

Un beso es una de las acciones que más unen a una pareja; es el primer acercamiento y roce profundo de una de las partes más íntimas del cuerpo. Nuestro corazón se acelera y nos convertimos en víctimas de la pasión. Recordemos, por ejemplo, que, además de las yemas de los dedos, los labios tienen más terminaciones nerviosas que cualquier otra parte del cuerpo, por lo que a través de ellos tenemos gran capacidad de percibir, explorar y transmitir información al cerebro.

Diego Bueno Torrens, investigador de genética de la Universidad de Barcelona, asegura que con los labios podemos notar de manera inconsciente la temperatura corporal de otra persona, el tono muscular y hasta los anticuerpos que produce. La lengua, por otro lado, transmite testosterona por el intercambio de saliva, por lo que se convierte en un afrodisiaco natural.

Después de que la información entra al cerebro, éste comienza un análisis a través de los neurotransmisores, los que deciden quiénes son perfectos para estar juntos y así noten los efectos de manera inmediata. Las reacciones dependen de las reacciones químicas que dominan a los neurotransmisores, el equilibrio entre ellos y  las neuronas que se verán afectadas. Si la dopamina es la ganadora, sentiremos placer y bienestar; si es la serotonina, la excitación y el optimismo desbordarán, aunque la persona también podría experimentar ira y agresión; la epinefrina aumenta la frecuencia cardiaca, el tono muscular y la sudoración, lo que trae consigo un calor corporal que no podemos desfogar; por último, la oxitocina genera apego y confianza.

El beso es el primer filtro para que nuestros genes sepan que aquella persona es la adecuada, se convierte así en un examen inconsciente que ayuda a evaluar qué tan idóneos somos para la otra persona. En su libro: La ciencia del besar, Sheril Kirshenbaum asegura que la mujer se siente atraída por el olor de los hombres que tienen una genética distinta a la de ellas, para así asegurar su descendencia. Esto guarda una profunda relación con los besos, pues gracias a estos tenemos el primer acercamiento íntimo y nos permite percibir las feromonas más fácilmente.

Después de que la información entra al cerebro, éste comienza un análisis a través de los neurotransmisores, los que deciden quiénes son perfectos para estar juntos y así noten los efectos de manera inmediata. Las reacciones dependen de las reacciones químicas que dominan a los neurotransmisores, el equilibrio entre ellos y  las neuronas que se verán afectadas. Si la dopamina es la ganadora, sentiremos placer y bienestar; si es la serotonina, la excitación y el optimismo desbordarán, aunque la persona también podría experimentar ira y agresión; la epinefrina aumenta la frecuencia cardiaca, el tono muscular y la sudoración, lo que trae consigo un calor corporal que no podemos desfogar; por último, la oxitocina genera apego y confianza.

Además, el cerebro libera más sustancias como el óxido nítrico, la que hace que los vasos sanguíneos se relajen y haya un flujo sanguíneo acelerado, lo que puede provocar la erección en los hombres. En aquellas parejas ideales, la feniletilamina se desata y hace que el sentimiento de besar sea mucho más placentero.

Sin embargo, las reacciones cambian cuando hemos durado por largos años con nuestra pareja, pues el enamoramiento inicial con energía y vitalidad desaparece, al mismo tiempo que su química. Según David Bueno, se entra en una etapa de tranquilidad por la saturación de receptores del cerebro; la pareja no siente la pasión inicial pero sí el cariño por la estimulación de la vasopresina y la oxitocina: los besos son menos frecuentes e intensos pero son más cariñosos y románticos.

Aunque el tiempo pase, el beso seguirá significando mucho más de lo que imaginamos: jóvenes, adultos y ancianos anhelamos ese momento pues, nos gusta sentir a nuestra pareja, rozar sus labios y experimentar la lluvia de reacciones químicas que genera nuestro cerebro. No hay mejor caricia que la que damos con los labios.

Fuente: el pais


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