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Un chip europeo para la soberanía tecnológica

La Comisión financia con 80 millones el diseño de un procesador para supercomputadoras y coches autónomos.

La tecnología es poder para los Estados. El veto de Donald Trump a Huawei es el ejemplo que ha causado más revuelo. Pero el presidente de Estados Unidos también privó el acceso a tecnología de su país a cinco compañías de supercomputación de China. En cuanto a procesadores, los cerebros de los ordenadores, Europa es altamente dependiente de otros mercados. Para suplir esta carencia, la Comisión Europea destina 80 millones durante los próximos tres años a la European Processor Initiative (EPI). El proyecto, coordinado por la tecnológica francesa Atos, con el apoyo de 26 socios en todo el continente, prevé tener lista una primera versión del chip en 2021. Será un procesador pensado para supercomputadores, grandes máquinas dedicadas a la investigación. EPI también trabaja con BMW —uno de los partners— para lanzar una versión específica para los coches autónomos del futuro, que irán equipados con potentes procesadores.

La parte de automoción quedará en un prototipo en la fase que culmina en 2021, que se centra en el diseño de una CPU comercial para superordenadores. “Con el tiempo que tenemos no podemos empezar desde cero”, apunta el vicepresidente de Atos para la EPI, Phillippe Notton. Así justifica que el conjunto de instrucciones (lenguaje máquina) en el que se basa el diseño de la parte principal del chip pertenece a la compañía ARM Holdings, nacida en Reino Unido (mantiene su sede allí) y líder en procesadores para móviles. En 2016 —un mes después del referéndum del Brexit— fue comprada por la empresa de comunicaciones japonesa Softbank. “Fue matador que Europa permitiera que se vendiera esta tecnología”, lamenta el director del Barcelona Supercomputing Center (BSC), Mateo Valero, que pone de relieve que, con el uso de ARM, el nuevo procesador no será 100% europeo. El centro barcelonés, uno de los socios, lidera el tercer pilar de EPI: el diseño de un acelerador que se integrará en el chip para dar más velocidad a determinadas operaciones matemáticas.

Supercomputación en las carreteras

La tecnología de los procesadores de supercomputación tiene aplicaciones fuera de los centros de datos. Los sistemas de reconocimiento del entorno en 360 grados del coche autónomo, que funcionará con embedded supercomputing (un pequeño superordenador incrustado), requieren una alta capacidad de procesamiento. El director de arquitectura eléctrica y electrónica en BMW Group Research, Matthias Traub, detalla que los principales demandantes de cálculo son el tratamiento de los datos procedentes de los sensores y los “nuevos algoritmos parcialmente basados en inteligencia artificial”. El ingeniero no se aventura a predecir cuando los procesadores fruto de EPI circularán por las carreteras: “Es demasiado pronto”.

Traub apunta que uno de los retos es que los diseños de hardware y software para coches vayan de la mano. Y otro aspecto importante es conseguir “tener mucha capacidad de computación con menos consumo energético”. El procesador europeo de la familia Chronos, el que EPI prevé lanzar entre 2022 y 2023, tendrá dos versiones: una para supercomputadores con más potencia y más caro y otra para coches.

El reto en el diseño del último es que debe tener un consumo inferior a 15W —cuanto menos mejor para no mermar la autonomía del vehículo— y ser más económico. Un supercomputador, con 10.000 procesadores en paralelo consume 20MW (2.000W cada uno), detalla Notton, que insiste en la importancia de la independencia tecnológica ante el “riesgo de ataques”. Un ejemplo que ilustra su idea: ¿Qué pasaría si los procesadores de un futuro parque de coches autónomos quedaran inoperativos a raíz de un veto político?

Fuente. EL PAÌS

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