SALUD

Patentes y medicamentos, el lucrativo mercado de la salud

Ciudad de México. 27 de abril de 2018.- El único medicamento que no falta en mi casa es el ibuprofeno, no es que me ayude mucho a calmar la migraña, pero algo logra. Después de mi experiencia en los estudios de bioequivalencia siempre busco el genérico, incluso pregunto por el más barato. Pero mi prima solo compra Advil®, ningún otro ibuprofeno le gusta. Siempre busca la cápsula roja, la de gelatina blanda. Se podría decir que padece de lealtad a la marca.

Las farmacéuticas conocen este fenómeno y lo aprovechan. De hecho, al contrario de lo que podría pensarse, cuando salen las versiones genéricas al mercado, el medicamento de patente sube de precio.

El laboratorio que patenta y desarrolla un fármaco tiene derecho a venderlo en forma exclusiva por 20 años. La farmacéutica gasta entre 7 y 12 años de este periodo en las fases de investigación del medicamento, pero le quedan alrededor de 10 años de venta monopólica. Esto le da una ventaja sobre los fabricantes de genéricos: su producto acumula años de publicidad y muchos consumidores no cambiarán de marca aunque se oferten medicamentos más baratos.

La investigadora especialista en economía de la salud Mariana Barraza Lloréns colaboró en un estudio para la Comisión Federal de Competencia Económica (Cofece) y observó que el precio de los medicamentos innovadores aumenta ligeramente con la entrada de los genéricos. En promedio, a los seis meses de que el primer genérico entra al mercado, su equivalente innovador eleva su precio 2.4 por ciento. Después de esto, el precio comienza a disminuir, hasta que a los 24 meses se acerca a su precio original, 0.4 por ciento más elevado.

Esto sucede incluso cuando el mismo laboratorio produce el medicamento innovador y el genérico. A pesar de que los medicamentos que produce son iguales, la farmacéutica sube el precio de uno de ellos, pues sabe que existe una fracción del mercado que seguirá pagando por él, sin importar cuánto cueste. En la ciencia económica esto se llama discriminación por tercer grado.

Gracias a la lealtad a la marca, a la desconfianza en los genéricos y a que los médicos no tienen la obligación de usar el nombre genérico de un medicamento al prescribir, las farmacéuticas pueden cobrar distintos precios según la capacidad de pago y las preferencias de los consumidores.

La marca es tan importante para algunas personas que en el mercado existen los genéricos de marca y los genéricos sin marca. Los primeros le apuestan al uso de un nombre distintivo y a la publicidad para posicionar su medicamento en el mercado; los segundos no consideran rentable promover una marca y prefieren competir para venderle al sector público o a la porción de la población que es más sensible a los precios bajos que al nombre del producto, explica Mariana Barraza.

Cuando se comparan los precios de todos los genéricos contra los medicamentos de patente, los de patente son 5.5 veces más caros, pero cuando se comparan los medicamentos genéricos sin marca, contra los medicamentos de patente y los genéricos de marca, los segundos son siete veces más caros.

Fuente: Agencia Informativa Conacyt

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