11de septiembre de 2020.- En el 19º aniversario de los ataques de 11-S en Estados Unidos, el grupo responsable de los mismos -al Qaeda, que tenía base en Afganistán- se encuentra en un estado de caos.
Su filial en Siria fue silenciada en junio por una fuerza rival; en Yemen cayó derrotada a manos de rebeldes poco después de perder a su líder en un ataque con drones de EE.UU.; y el jefe de la filial en el Norte de África murió en un ataque de Francia en Mali, en junio, y todavía no tiene reemplazo.
Entretanto, el dirigente de al Qaeda, Ayman al Zawahiri, ha estado atípicamente ausente, dando pie a la especulación que pueda haber muerto o estar incapacitado.
Pero las filiales de al Qaeda en África, en Somalia y Mali, continúan siendo una poderosa fuerza.
Ideológicamente, al Qaeda enfrenta un dilema que le es familiar: modernizarse y demostrar flexibilidad para ganar adeptos entre musulmanes comunes y corrientes, y básicamente sobrevivir; o aferrarse a sus estrictos principios yihadistas y arriesgarse a alienar a los musulmanes.